
"Al póker se juega con confianza y paciencia", afirma Javier, de 42 años y que lleva jugando tres años de manera amateur. Todos los sábados por la noche se viste con sus mejores galas y acude al Casino Gran Madrid de Torrelodones para jugar su partida semanal. En el citado casino se habilitó, según cuenta Javier, hace poco más de un año -mayo de 2008- una sala dedicada únicamente al póker amateur. "Hasta que abrieron esta sala sólo podían jugar al póker los profesionales, pero así lo han hecho más accesible". Javier, que se dedica a la gestión informática de una empresa, narra cómo antes de iniciarse en el póker sus visitas al Casino eran ya frecuentes para jugar a la ruleta francesa. De este modo, y parafraseando de un modo casi literal al gran Edward Norton en la película Rounders, espeta que "la bola es sólo azar, el póker requiere una actitud".
Independientemente de las estrategias psíquicas y corporales -los expertos aseguran que los gestos, especialmente los faciales, dicen mucho de la mano que puede o no llevar un jugador- se diferencian varias modalidades de póker. La que se juega en el Casino Gran Madrid es la Texas Hold'em, la versión más popular. Su funcionamiento, a priori, no es excesivamente sencillo: a cada jugador, con un mínimo de dos participantes y un máximo de ocho y que compiten entre sí -es decir, la banca no participa y sólo está representada por un croupiere- se le reparten dos cartas y encima de la mesa se descubren otras cinco, que son comunitarias, en los llamados flop (las tres primeras) y post flop (las dos siguientes, que son enseñadas de una en una). Así, el jugador deberá realizar combinaciones de cinco cartas y buscar la mejor opción. Términos propios del juego como full, escalera o dobles parejas empiezan a escucharse en una mesa donde cinco jugadores ponen a prueba su carácter y su suerte.
Este formato de póker, en el que todos los participantes tabulan con las posibilidades que el resto de sus contrincantes conoce también, se opone a la modalidad tradicional de Europa, en la que se mantienen ocultos todos los naipes. Para Javier, el póker exige templanza, saber marcar los tiempos. "Tanto si te entra una pareja de ases desde el principio como si es una jugada mala tienes que estar tranquilo, que no se te note. Tienes que jugar con confianza, pero con la cautela de saber que las cosas pueden cambiar", dice llevando sus manos de un lado para otro.
Por otra de las diez mesas repartidas en la citada sala del Casino deambula sin perder detalle Borja. Viste camisa, americana y unos pantalones vaqueros que le dan un aspecto más informal a sus 23 años. Afirma que juega al póker de forma esporádica, aunque le gustaría hacerlo con más frecuencia. "El problema es el dinero, porque para entrar en una mesa lo mínimo son 30 €, pero una vez que estás jugando el resto puede subir la apuesta y no sabes si van de farol o si realmente llevan cartas".
Borja decide sentarse en la mesa 7, paga la cuota de entrada y, a cambio, la croupiere le da dos montones de fichas blancas y azules. Este estudiante de ingeniería química recibe las dos cartas que la croupiere le ha lanzado de forma milimétrica y las levanta lentamente por un extremo con su mano derecha al tiempo que con el dorso de la izquierda las tapa, haciendo una pantalla. Mira su jugada, las deja boca abajo sobre el tapete y se sube las gafas con un dedo. Pasa. "Si por algo me gusta el Texas Hold'em es porque en el flop -las tres primeras cartas comunitarias que son descubiertas- no hay nada decidido. Hay que tener el instinto de saber cuándo seguir y cuándo no", concluye.
Narra que se aficionó viendo las World Series Of Poker por televisión y cree que el perfil de jugador ha ido cambiando con el paso de los años. "El típico ricachón que tiene una copa de whiskey en una mano y a una chica despampanante a su espalda no lo ves en ningún lado". De la forma más inconsciente, Borja acaba de describir la visión más estereotipada que Hollywood ha ofrecido siempre de las partidas de póker originarias, aquellas típicas de las tabernas del Salvaje Oeste, que, inevitablemente, traen a la memoria al Maverick que encarnó Mel Gibson. No obstante, afirma convencido que ambos prototipos han dejado paso a otra forma de jugadores con conocimientos matemáticos y estadísticos.
Termina la mano y las cartas son enseñadas por los dos jugadores que han llegado hasta el final de la apuesta. Trío de ochos contra pareja de ases. Se produce un incesante sonido de fichas que chocan unas con otras y que cambian de dueño hasta llegar al rincón en el que está sentada una mujer de unos 40 años que recibe 215 € por su jugada. "Cuando apuestas, el corazón se te dispara, pero si además ganas, liberas muchísima adrenalina", sentencia.
Hacer trampas parece una utopía en una fortaleza de la seguridad en la que cientos de ojos -tanto humanos como electrónicos- vigilan cada movimiento, algo que mostró ya Scorsese en su oscarizada Casino y que, años más tarde, Steven Soderbergh se empeñó en desmitificar con la trilogía que dirigió y que tenía como protagonista a Daniel Ocean y su grupo de compinches.
Pero no sólo de casinos vive el póker. Otro de sus escenarios son las siempre llamativas timbas, que, si se trata de reuniones clandestinas en las que hay en juego grandes sumas de dinero, son declaradas ilegales y están penadas por la ley. Así y todo, Sonia, de 22 años y que trabaja como enfermera en el Hospital de La Paz de Madrid, confiesa que le encanta reunirse con su grupo de amigos en una casa y "pasar la noche con algo más que un simple juego de cartas". Cuenta cómo un compañero de la universidad era aficionado y la enseñó a jugar. “Una noche apareció con una baraja de póker y se puso a explicarnos todas las manos, las escaleras, el color…A mí, particularmente, me pareció bastante aburrido, pero me ganó y me piqué. ¡Y desde entonces ha sido un no parar!”, ríe. Sonia explica que, para darle mayor realismo cuentan con maletines de fichas como en los casinos, pero que las cantidades que se mueven en su casa no se acercan ni de lejos. “Casi siempre nos jugamos 10 € cada uno, para darle emoción. Así, al que gana le sale la cena barata y es más o menos lo que te puedes gastar tomando una copa en cualquier sitio”, concluye.
Sin embargo, como era de esperar, el póker tampoco escapa al fenómeno informativo más importante de todos los tiempos, Internet. La última tendencia en el mundo del póker son las partidas on line, en las que un jugador, desde su propia casa, puede competir contra personas de todo el mundo en una simulación a través de la red, pero en la que el dinero que se apuesta, se gana y se pierde es real. Hace poco que Adrián, estudiante de turismo de 18 años, se ha iniciado en las partidas de póker a través de Internet. “Tuve que esperar a cumplir los 18 años para poder registrarme en la página y hacerme una cuenta, porque el requisito principal es ser mayor de edad”. El mecanismo es sencillo: el jugador crea una cuenta, donde ingresa el dinero que va a apostar y que también es el lugar al que van a parar sus ganancias en el caso de que consiguiera vencer a sus contrincantes virtuales. En ese momento está listo para empezar. “Evidentemente es una simulación de póker; primero, porque la asignación de cartas se hace con un sistema binario aleatorio; y segundo, porque en ningún momento vas a ver la forma en que juega el resto de la mesa ni los gestos que hacen”. Páginas como 888.com o Unibet han sido pioneras en ofrecer esta modalidad de póker, que permite jugar en cualquier momento y desde cualquier ordenador.
La gran ilusión que tienen todos los aficionados al póker sería poder participar en una de las reuniones de la World Series Of Poker que se celebran en Las Vegas, en las que el lujo, el dinero y los falsos Elvis se unen dando lugar a un acontecimiento espectacular. Tan solo un español ha conseguido ganar en la meca del juego, y fue Juan Carlos Mortensen en el año 2001. No obstante, hay que mencionar que tanto el número de participantes como el premio eran bastante más reducidos que en la última edición y que coronó como campeón al danés Peter Eastgate, el más joven desde que su primera edición se celebrara en 1978. Pero parece viable que se vuelva a repetir a corto plazo el triunfo de un español, puesto que la catalana Leo Margets, con su templanza y visión matemática, ha llamado la atención de varias casas de apuestas y en la actualidad cuenta con patrocinadores que pagan su inscripción en los torneos.
Así, las tendencias indican que la popularidad del póker seguirá captando adeptos que sueñan con desplumar a sus rivales a base de corazones, diamantes, tréboles y picas. All in…
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